La situación del Montpellier Hérault Sport Club es alarmante, marcada por una espiral descendente en Ligue 1 y una creciente brecha entre la gestión y los jugadores. El club concedió una décima derrota consecutiva, inclinándose a Angers, que ahora lo coloca en una posición de linterna roja con una relegada a Ligue 2 que parece inevitable. Estas actuaciones decepcionantes se ven exacerbadas por un incidente de los medios que involucra a Andy Delort, quien atacó el club, que ganó un torneo de pádel cuando se suponía que no estaba disponible debido a una enfermedad, indignado por los partidarios y acentuando la imagen de separación de ciertos elementos del equipo.

En un levantamiento tras esta nueva contra-performance, Laurent Nicollin, presidente del club, expresó una fuerte crítica a sus jugadores, sugiriendo que algunos ya no formaban parte del proyecto de Montpellierrain. Denuncia actitudes inaceptables, destacando que ha llegado el momento de poner fin a los chistes y comenzar de forma saludable con los jugadores que realmente se dedican a la lucha por el club. El presidente también se negó a nombrar a los actores interesados, dejando la responsabilidad de identificación a la prensa, un signo de un ambiente tenso y de confrontación dentro del personal.

El ambiente dañino es confirmado por el comportamiento de los jugadores, Jordan Ferri, cuestionado en las declaraciones de su presidente, habiendo acortado su entrevista sin comentarios, testificando el clima eléctrico que prevalece en el vestuario. Con seis días de campeonato todavía por jugar, Montpellier parece ya resignado a una profunda reconstrucción, pero las próximas semanas serán difíciles, marcadas por una crisis multidimensional, entre los resultados deportivos catastróficos y una ruptura obvia entre la dirección y los jugadores.