Tras la difícil calificación de París Saint-Germain en la semifinal de la Champions League, después de una derrota de 3-2 contra Aston Villa, el entrenador Luis Enrique envió un mensaje significativo a sus jugadores. El técnico destacó la importancia de este evento, considerándolo un vehículo para el progreso del equipo, en particular inculcando una mayor vigilancia y evitando cualquier exceso de confianza. Hizo hincapié en la naturaleza impredecible del fútbol, recordando que cada encuentro puede ser abruptamente orientado, y que es imperativo nunca subestimar al oponente, incluso cuando la ventaja parece considerable.

El entrenador expresó insatisfacción con ciertos aspectos del primer período, encontrando que el nivel de juego no estaba a la altura de los requisitos de la Champions League, y lamentando la concesión de objetivos evitables. Reconoció que el equipo había experimentado momentos de sufrimiento ante un oponente particularmente intenso y superior, que podía disfrutar de la fase de pérdida de globos y de una relajación de la defensa. A pesar de la juventud del equipo, afirmó su convicción en su capacidad de revertir el curso de los acontecimientos y superarse a sí mismo, destacando la necesidad de una fuerte defensa y una capacidad de defensa baja cuando resulta imperativo.

A pesar de la tensión palpable durante ciertas fases del juego, Luis Enrique dijo que nunca temía la eliminación, destacando la sensación, aunque temporal, de no saber estructurar el juego. Reconoció que esta experiencia, aunque desafiante, será valiosa para la maduración del equipo, permitiéndole comprender mejor los problemas y retos de la Champions League. El entrenador concluyó insistiendo en que esta confrontación con Aston Villa ofreció una lección fundamental, un paso crucial en el ascenso de París Saint-Germain hacia la consagración europea.